16 de septiembre de 2016

JJ. OO. del hambre




            Aprovechando un descuido de los agentes, el caco, un gitanillo fibroso muy profesional y competitivo, inició la carrera hacia la puerta de la comisaría que estaba a unos cien metros.
            Si bien no tuvo un buen arranque, ya que no disponía del mejor calzado y tuvo que esquivar un par de sillas antes de poder encarar el pasillo ancho y recto, pronto pareció encontrar el mejor ritmo para conseguir su propósito. Sabía la carrera que tenía que ejecutar, la tenía desde hacía tiempo en mente, y se limitó a hacerla realidad con zancadas amplias y seguras, controlando tanto la respiración como todos y cada uno de sus movimientos.
            Un par de segundos más tarde, sus oponentes se dieron cuenta de que la carrera se había iniciado pero, como no había nadie para declarar nula la salida, se vieron obligados a seguirle.
            Los policías, con un nivel de forma sustancialmente peor, declararon después que había sido una carrera en la que no se habían sentido cómodos y que el caco había alcanzado la calle en poco más o menos diez segundos.

(microrrelato con el que participé en Esta noche te cuento para el tema: cualquier deporte olímpico)

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