Se desplazan rápidamente pegándose a
los edificios; no obstante su hábitat natural está en el interior de las
viviendas y, en especial, en las cocinas donde pueden llegar a desarrollan una
actividad frenética. Fotofóbicas y oscuras, se mueven por lo general en grupo,
infestando los hogares en los que entran, paralizando a sus habitantes, quienes
las temen o las odian.
Nosotros nunca tuvimos problemas con
ellas, también es cierto que nunca les dimos escusa alguna. Hasta hoy, día en
que bajo la guardia para empezar a llorarte rodeada de tu insoportable
ausencia. He ido a abrir la puerta de la calle y, antes de poder emitir una
protesta, ellas se han colado en el salón y han tomado posesión de la casa.
Ahora las miro con aprensión desde el pasillo y, aunque no sé cómo voy a lograr
que se vayan, recuerdo la promesa que te hice: nunca seré una de ellas, te
lloraré, te echaré de menos, pero no voy a dejar de ser tu compañera para ser
sólo tu viuda.
(microrrelato
incluido en “Menguantes”, libro que puedes descargarte en este enlace)
Bien hecho!
ResponderEliminarBesos.
Un invasión inquietante, sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa