La madre, recordando las palabras entre
lágrimas de su pequeño, no podía dormir. Cuando sintió movimiento en el otro
lado de la cama, asió el cuchillo escondido y, yendo tras el monstruo, su
marido, se lo clavó una y otra vez.
En
su habitación, siempre al acecho, sonreía el niño.
El niño se siente protegido y fuera de peligro.
ResponderEliminarSaludos.