23 de junio de 2017

Desclasificado


Se lanzó al vacío con una sonrisa en la boca y la intención de que, al menos esta vez, el salto mortal fuese absolutamente perfecto.
Lo inició con un despegue frontal, amplio, lleno de confianza, absolutamente hermoso; después se encogió con rapidez sobre su estómago y ejecutó lo que para un profano sólo podía ser una serie de giros rápidos e imposibles; para, apenas un instante más tarde, volver a extender el cuerpo poniendo la cabeza por delante.
Cuando sus huesos impactaron en la acera, algunas personas que estaban cerca no pudieron evitar ponerse a gritar o llevarse las manos a la boca en un gesto instintivo.
Afortunadamente para todos, no había ninguna posibilidad de que hubiera un segundo saldo. Por un lado, él no tendría que asumir la baja puntuación que le solían dedicar los jueces u oír la crítica implacable de su entrenador; y por otro, los peatones sólo tendrían que soportar la marca de un muerto en la acera, quizás algo discreta, pero para todos más que suficiente.

(microrrelato incluido en “Menguantes”, libro que puedes descargarte en este enlace)

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