22 de mayo de 2019

Corazón verde


El hombre yacía sobre el camastro, cubierto de heridas y moratones; su cuerpo no iba a resistir. Le habían aconsejado que esquivase todo contacto, incluso el visual, y fue al bajar los ojos cuando descubrió el pequeño papel. Lo cogió y en la fotografía, pues de eso se trataba, encontró una versión joven del varón que yacía junto a él al lado de una mujer y un pequeño lactante.
La visión lo hirió. Evitaban los niños, examinaban solo hombres y mujeres adultos, nada más; pero había visto la imagen y era demasiado tarde. Miró al moribundo, posó sus tres dedos verdes y cartilaginosos en el lugar donde estaba su cerebro, se concentró y dejó que sus sentimientos, miedos y esperanzas avanzasen por su tentáculo hasta inundarle, quemándole, y supo qué era lo correcto hacer.
No mucho tiempo después su civilización dejó de visitar el planeta que tanta curiosidad les había despertado; aunque siempre hubo quienes querían seguir con el  estudio de los humanos, los mismos que desde hace no tanto vuelven a estar al mando y sin mayores retrasos retomarán las extracciones y los ensayos.

3 comentarios:

  1. No hace falta que vengan de fuera y sean verdes. Ya nos encargamos solitos de hacerlo. Triste y muy real tu relato.
    Besicos muchos.

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  2. Qué comentario más triste y cuánta verdad.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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