17 de mayo de 2019

Indiferencia

            Lo peor no fue morir solo en esta isla desierta, fue que se quedó aquí mi fantasma y los fantasmas, lo supe después, ni saben nadar ni pueden agitar los brazos cuando avistan un barco.
            Durante años me harté del rumor de las olas y del canto de los pájaros, de asustar a los conejos o de ver crecer las plantas; por eso, nadie más que yo ha disfrutado del ruido de las grúas y de las voces de los obreros, del cambio profundo que ha herido el odiado paisaje.
Hoy he visto a una joven clavar una sombrilla en la arena de mi playa, tumbarse, ponerse unos auriculares y cerrar los ojos, al tiempo que el pegajoso perfume de su bronceador comenzaba a saturar el aire en el que floto. Así es como he recordado la razón por la que subí a aquel barco y lo solo que estando a tu lado me sentí siempre.     

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