Tarde de cascarrias

-Mira cómo te has puesto de barro, ¡qué desastre!

Mi hijo miró las salpicaduras con las que el barro adornaba sus pantalones y dijo:

-No es barro, la abuela me ha dicho que son cascarrias.

La palabra, que hacía años que no escuchaba, me trasladó inmediatamente al pasado. A veces una sola palabra es suficiente para iniciar un viaje en el tiempo.

-Cascarrias, hija, no vayas a olvidarlo. Quiere decir que ayer llovió, que hay charcos en la calle y que estuviste jugando. Ven, vamos a limpiarte.

Los ojos de mi hijo me devolvieron al presente. A veces una sola mirada es suficiente para traerte de vuelta.

-Me dijo que tú lo sabes, mamá, que tu sabes qué significa.

-Quiere decir que ayer llovió, que hay charcos y que has estado jugando. Yo también lo hacía cuando era una niña.

-¿Sí?

-Pues claro y… ¿sabes una cosa más? Me voy a poner unas botas y vamos a irnos a jugar un rato, juntos, tú y yo.

Fue una tarde mágica, nuestra primera tarde de cascarrias, tras la que vinieron otras muchas. Aún hoy las celebro con mis nietos, entre risas, como siempre.