Sentado en un
banco y solo, un hombre vigila el inocente e incansable juego de las niñas.
Ellas saltan a la comba, dejan que sus faldas se
balanceen y que sus suaves muslos queden expuestos al aire. Juegan, no se dan
cuenta de que alguien las está mirando.
Hasta el día de
hoy, en el que él logrará atraer a una de ellas con una sonrisa y un caramelo
en las manos.
Me has puesto el vello como para colgar llaves, Luisa.
ResponderEliminarUn micro de fondo muy oscuro, que brilla por la neutralidad -diría casi inocencia- del lenguaje escogido.
Un abrazo,
Horribles sensaciones producen estas actitudes...Lo has relatado con tanta naturalidad que asusta
ResponderEliminar¡Depravados hombres! Así se quedaran pegados al banco.
Besicos salados desde mi Cabo
Es curioso porque... no se dice mucho y el lenguaje usado no da muchas pistas; es posible que la palabra muslos pellizque un poco y a partir de ahí...; después el lugar común del hombre que da caramelos, ¡cuantas madres dicen a sus hijas que tengan cuidado de esos hombres!
ResponderEliminarAh, y me encantado el "ahí se quedaran pegados". Me encantaría, pegaditos con el caramelo, y que les zurzan.
Un beso y... buen verano, lo que queda
Breve... y siniestro.
ResponderEliminarmmmm terrible. Vamos Luisa , que mi Camila tiene 12 y la voy a buscar a todos lados porque, ya sabés, hoy hay mucho señor grande con esa misma mirada de tu cuento... Esa última oración que anticipa, ay!
ResponderEliminarBeso grande!
Muy siniestro, pero puede ser real. Produce escalofríos.
ResponderEliminarBesitos
De esos hay en todos lados, lamentablemente.
ResponderEliminarDuro, pero muy bueno.
Un abrazo.
HD
Muy fuerte con muy poco.
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