24 de julio de 2014

Un matrimonio bien avenido

           A Maruja le gustaba ver como su marido, su Pepe, se transformaba ante sus ojos en director de banco. Todas las mañanas se levantaba solícita para prepararle el desayuno y después, con una excusa u otra, se las arreglaba para asistir al espectáculo, a la construcción de ese personaje que al final salía por la puerta de casa.
            Pepe, ajeno a todo, ligeramente obeso y ligeramente calvo, trastabillaba desde la cama hasta el baño, tropezaba con las paredes del pasillo y, más dormido que despierto, llegaba milagrosamente hasta el baño buscando una ducha rápida. Después, solía tomar un par de cafés y una tostada con mermelada, sin prisa pero sin pausa, justo antes del absolutamente imprescindible afeitado.
            Más tarde solían coincidir en el dormitorio. Él para vestirse con el traje que su puesto de trabajo requería y ella, haciendo como que hacía cualquier cosa, para mirarle embelesada.
          Era entonces cuando Pepe, eligiendo una camisa o una corbata, poniéndose unos pantalones o ajustándose el cinturón, empezaba a crecer y perder kilos. De modo que, cuando él finalmente se ponía la chaqueta del traje, su esposa apenas lograba contener los suspiros, volvía a ser la muchacha que se había enamorado una noche de verbena y lo despedía con un beso malintencionado.
            De modo que, cuando el Sr. Larrea alcanzaba la calle con paso decidido cargando un maletín de buena piel, se sentía dispuesto a todo y capaz de lograrlo: un aumento de sueldo, un puesto mejor, una secretaria, una amante bien plantada; sabiendo como sabía que, cuando tras la jornada de trabajo volviese a casa, su Maruja acicalada y perfumada, ilusionada como la muchacha que fue, se arrojaría entre risas y arrumacos a sus rechonchos brazos.  

8 comentarios:

  1. Me gusta tu capacidad de dibujarnos personajes con una descripción tan precisa, que además de poder verlos, puedo casi olerlos.
    Besos.

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  2. Vaya trasformación la suya, pero en tus manos. En tu cabeza, vamos. Ser el Sr. Larrea, casi sin escrúpulos fuera, para luego ser el Pepe de siempre dentro. Ahora, me da la sensación de que Maruja suspira más por el primero...
    Un abrazo, Luisa.

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  3. Ocurre en muchas casas esa transformación, ¿no creeis?
    Yo también creo que Maruja quiere a Pepe, su Pepe, aunque le "ponga" un poco también el Sr. Larrea. En cuanto a él, espero que no se olvide de su Maruja, aunque... habría que leer la continuación y eso ni la he escrito ni la voy a escribir.

    Buen verano a todos y gracias por las visitas, por los comentarios, por....

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  4. Original, Luisa, este microrrelato de rebobinados, en el que viajar por el tiempo depende tan solo del traje que vista y la sonrisa que uno le dedique a la vida.

    Buena ejecución.

    Abrazos.

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  5. Original tu comentario, Nicolás. Me gustó y te lo agradezco

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  6. Ayyy Luisa, que bien has descrito a Pepe y al Sr. Larrea en la misma persona. y por supuesto a Maruja. Tan visual como una película española de los años 60. Me ha gustado mucho.
    Besicos muchos.

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  7. Bien avenidos por dentro, menos por fuera...¡Ay, esa Maruja! pobre.

    Hacía tiempo que no venía por aquí, nos leemos, amiga.
    Besicos

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