A Maruja le gustaba ver como su
marido, su Pepe, se transformaba ante sus ojos en director de banco. Todas las
mañanas se levantaba solícita para prepararle el desayuno y después, con una
excusa u otra, se las arreglaba para asistir al espectáculo, a la construcción
de ese personaje que al final salía por la puerta de casa.
Pepe, ajeno a todo, ligeramente
obeso y ligeramente calvo, trastabillaba desde la cama hasta el baño, tropezaba
con las paredes del pasillo y, más dormido que despierto, llegaba
milagrosamente hasta el baño buscando una ducha rápida. Después, solía tomar un
par de cafés y una tostada con mermelada, sin prisa pero sin pausa, justo antes
del absolutamente imprescindible afeitado.
Más tarde solían coincidir en el
dormitorio. Él para vestirse con el traje que su puesto de trabajo requería y
ella, haciendo como que hacía cualquier cosa, para mirarle embelesada.
Era entonces cuando Pepe, eligiendo
una camisa o una corbata, poniéndose unos pantalones o ajustándose el cinturón,
empezaba a crecer y perder kilos. De modo que, cuando él finalmente se ponía la
chaqueta del traje, su esposa apenas lograba contener los suspiros, volvía a
ser la muchacha que se había enamorado una noche de verbena y lo despedía con
un beso malintencionado.
De modo que, cuando el Sr. Larrea alcanzaba
la calle con paso decidido cargando un maletín de buena piel, se sentía
dispuesto a todo y capaz de lograrlo: un aumento de sueldo, un puesto mejor,
una secretaria, una amante bien plantada; sabiendo como sabía que, cuando tras
la jornada de trabajo volviese a casa, su Maruja acicalada y perfumada,
ilusionada como la muchacha que fue, se arrojaría entre risas y arrumacos a sus
rechonchos brazos.
Me gusta tu capacidad de dibujarnos personajes con una descripción tan precisa, que además de poder verlos, puedo casi olerlos.
ResponderEliminarBesos.
Vaya trasformación la suya, pero en tus manos. En tu cabeza, vamos. Ser el Sr. Larrea, casi sin escrúpulos fuera, para luego ser el Pepe de siempre dentro. Ahora, me da la sensación de que Maruja suspira más por el primero...
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa.
Ocurre en muchas casas esa transformación, ¿no creeis?
ResponderEliminarYo también creo que Maruja quiere a Pepe, su Pepe, aunque le "ponga" un poco también el Sr. Larrea. En cuanto a él, espero que no se olvide de su Maruja, aunque... habría que leer la continuación y eso ni la he escrito ni la voy a escribir.
Buen verano a todos y gracias por las visitas, por los comentarios, por....
Original, Luisa, este microrrelato de rebobinados, en el que viajar por el tiempo depende tan solo del traje que vista y la sonrisa que uno le dedique a la vida.
ResponderEliminarBuena ejecución.
Abrazos.
Original tu comentario, Nicolás. Me gustó y te lo agradezco
ResponderEliminarAyyy Luisa, que bien has descrito a Pepe y al Sr. Larrea en la misma persona. y por supuesto a Maruja. Tan visual como una película española de los años 60. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Bien avenidos por dentro, menos por fuera...¡Ay, esa Maruja! pobre.
ResponderEliminarHacía tiempo que no venía por aquí, nos leemos, amiga.
Besicos
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