26 de junio de 2015

La marcha







           Aquella mañana amaneció con un silencio, un silencio distinto que costó empezar a escuchar. Quizás demasiado sutil en un principio, hubo que esperar a que creciese, a que las levedades se sumasen y se convirtiesen en marea, del mismo modo que los granos de arena, juntándose durante vidas y siglos, un día conquistan el nombre de playa y reciben las visitas de los niños. Sí, justo así, leve, delicado y pequeño, pero en todas las partes y a la vez, amenazando con llenarlo todo.
           Ocurrió ayer.
        Los hombres, anulados los sentidos, con la cabeza gacha, queriendo no ver y no oír la vida que les había tocado vivir, queriendo incluso olvidar que estaban vivos,  tardaron en levantar la cabeza, en ver y sentir ese silencio hermoso, en comprender cuán lejos estaban de todo aquello, cuánto habían perdido y, también, cuánto necesitaban y querían volver a estar ahí.
            Una variopinta marea de lápices y bolígrafos, de estilográficas y pinceles, de tubos y receptáculos con pinturas de todo tipo, recorría las calles de la gran ciudad. Seguidos de papeles, láminas y cuadernos, soportes de todo tipo con los que ser  pancartas y en los que leer consignas. Y detrás, una nube de cables, de impresoras y  teclados. Todos marchando en silencio, frente a esos hombres que al fin habían levantado la cabeza y observaban y empezaban a recordar y a entender.
            Los objetos reclamaban la libertad de expresión, en el más amplio sentido de la palabra; pedían que las manos que los utilizasen no tuvieran ni pólvora ni sangre ni miedo; y algunos hombres supieron que tras aquella marcha silenciosa estaba quizás su última oportunidad.

(microrrelato publicado en la antología “Ilustraciones historiadas” de “Cuenta que te cuenta hasta 150”, acompañando y escrito para la ilustración nº 2; podéis ver el resto de premiados aquí)

2 comentarios:

  1. Precioso Luisa y ojalá que premonitorio.

    Abrazos.

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  2. Un texto lleno de optimismo y energía positiva, que bien nos hace falta. Colorido y poético.
    Felicidades, Luisa!

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