8 de junio de 2015

Sin pistas


En ocasiones, supongo que cuando la investigación no avanzaba, recibía la visita del jefe de policía.
Llegaba, me hacía algunas preguntas y yo, pobrecita de mí, para no decepcionarlo, le contaba cualquier historia, susurraba unas palabras enigmáticas, daba un par de descripciones más o menos vagas, mencionaba algún lugar común, o incorporaba un pedazo tomado de un libro o de una película.
Nunca he sabido a qué conducía todo aquello, en qué podía servir o si realmente  servía. Lo cierto es que desde aquí, desde el fondo de esta bola de cristal, puedo ver bien poca cosa.

4 comentarios:

  1. Uy Luisa, las bolas de cristal no hacen milagros... Pero esta ¿Se lo ha tragado? Pobre policía, dónde le ha llevado su afán por averiguar. Me encanta y me asusta verlo ahí chiquitito dentro de la bola.
    Un abrazo.

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  2. Me resulta simpático tu comentario, gracias Yashira.
    En realidad... quién habla es la propia bola de cristal, a la que la he puesto voz; el policía solo va a ver una pitonisa cuando está más despistado que un perro verde.

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  3. Me gusta ese punto de vista y esa crítica velada sin velar.

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  4. Jajaja, qué gran personaje. Puede dar mucho esa pitonisa con más corazón que poderes.

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