En ocasiones, supongo que cuando la
investigación no avanzaba, recibía la visita del jefe de policía.
Llegaba, me hacía algunas preguntas
y yo, pobrecita de mí, para no decepcionarlo, le contaba cualquier historia,
susurraba unas palabras enigmáticas, daba un par de descripciones más o menos
vagas, mencionaba algún lugar común, o incorporaba un pedazo tomado de un libro
o de una película.
Nunca he sabido a qué conducía todo aquello, en qué
podía servir o si realmente servía. Lo
cierto es que desde aquí, desde el fondo de esta bola de cristal, puedo ver
bien poca cosa.
Uy Luisa, las bolas de cristal no hacen milagros... Pero esta ¿Se lo ha tragado? Pobre policía, dónde le ha llevado su afán por averiguar. Me encanta y me asusta verlo ahí chiquitito dentro de la bola.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me resulta simpático tu comentario, gracias Yashira.
ResponderEliminarEn realidad... quién habla es la propia bola de cristal, a la que la he puesto voz; el policía solo va a ver una pitonisa cuando está más despistado que un perro verde.
Me gusta ese punto de vista y esa crítica velada sin velar.
ResponderEliminarJajaja, qué gran personaje. Puede dar mucho esa pitonisa con más corazón que poderes.
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