Sentado como siempre en la playa de su isla creyó ver
flotando en el agua una botella. No era exactamente la ayuda que esperaba pero,
a falta de otra cosa, cogió la barca,
remó como pudo y no paró hasta tenerla en sus manos sudorosas y encallecidas.
De nuevo en tierra, sacó con cuidado el papelito que
había en su interior y leyó: “Ahora sí que dejo la bebida”.
A la fuerza ahorcan, je je.
ResponderEliminarBesos, Luisa.
Gracias, Miguel.
ResponderEliminarLa verdad es que tienen que sentar un pelín mal tantos buenos propósitos tan fuera de sitio.
En lugar de ayuda, le llega un mensaje encomiable, pero que en sus circunstancias se convierte en paradoja.
ResponderEliminarMuy simpático
Un saludo, Luisa
El micro será simpático o no; pero.... no, no creo que le haya hecho gracia.
ResponderEliminarAy, los buenos propósitos en quó poco se quedan a veces
Luisa: no hay que tirar plásticos y vidrios al mar. Hay toneladas de basura en el fondo oceánico. Tampoco hay que perderse en una isla desierta si no puedes volver por tus propios medios. En fin, dicho lo cual, jeje, diré que el micro tiene su miga, porque manda narices que en momentos de más necesidad la vida te devuelva un propósito ajeno de año nuevo.Simpático es, desde luego. :)
ResponderEliminar¡¡¡Un besazo Luisa y que la escritura salve a tu naúfrago!!!