La noticia corrió como la pólvora por la baraja: el
rey de oros no había podido conseguir la
hipoteca que necesitaba para comprarse un castillo de naipes, la última
posibilidad que tenía para irse a vivir con su amada, la casquivana sota de copas,
y apartarla de los continuos roces y tocamientos que había entre las cartas del
mazo.
Ja, ja, pobre rey celoso. Ya ni los reyes de oro tienen liquidez, ¡maldita crisis!
ResponderEliminarComo no se lleven las perrillas que haya sobre el tapete... lo tiene chungo.
ResponderEliminarGracias, Elisa
Tendrá que acostumbrarse, además, los castillos de naipes son bastante inestables. Original y divertido. Besosss!!!
ResponderEliminarMe temo que es la sota la que se está acostumbrando de más a los toqueteos.
ResponderEliminarGracias, Juancho
Un gran juego de ingenio, el tuyo en este relato de barajas.
ResponderEliminarNo me quiero ni imaginar la cantidad de historias que se deben vivir en el interior de una caja de barajas.
Abrazos.
Imagina y cuenta, Nicolás.
ResponderEliminarGracias
El rey de oros ha querido poner todas sus cartas sobre la mesa, pero me parece que nada será suficiente para esa sota, ni aunque le concedan la hipoteca.
ResponderEliminarUn relato muy simpático, Luisa.
Saludos
Y eso que es de oros. Si es que las sota y de copas son más que juerguistas.
ResponderEliminarGracias, Ángel