Un día
aparecieron en el cielo unas naves grandes y extrañas, extraterrestres, y
nuestro mundo, de un modo u otro, se llenó de ellas: las noticias, los
documentales, los debates, las conversaciones en el ascensor, los chistes, los
juegos de los niños, las charlas en la cama con la pareja.
Durante algún
tiempo oímos toda clase de cosas, y las dijimos, intentando esquivar el miedo:
teorías absurdas sobre primeros contactos, nuevas religiones, discursos iluminados,
proclamas apocalípticas; y, mientras nosotros hablábamos, aquellos artefactos
grandes y grises aterrizaron aquí, en silencio.
Hasta que un
día alguien, en vez de hablarnos de lo que podía pasar, nos contó lo que ya
estaba ocurriendo: las naves se habían situado en las orillas de nuestros
océanos y estaban vaciándolos, literalmente. Y muy pronto todos pudimos
comprobar con nuestros propios ojos, en cuanto quisimos mirar, que aquello era
cierto, que las olas ya no escalaban las playas, que en ellas había cadáveres
de peces extraños, que los barcos lamían la arena con los remos y que las
naves, aquellas naves, dejaban dolorosas y profundas huellas en las orillas,
persiguiendo esa agua que hasta entonces habíamos creído nuestra.
Desesperados,
intentamos comunicarnos con aquellos seres: gritos, súplicas, balas, rezos,
pero todo acabó estrellado contra una indiferente y fría superficie metálica.
Nada podía
hacerse.
Desde entonces,
impotentes y rendidos, cada día más vacíos y secos, algunos de nosotros hemos
elegido este acantilado que no cesa de crecer para contemplar el final de todo,
a la espera de que llegue el día en que el dolor nos empuje a llenarlo con
nuestros propios cuerpos.
Lo malo es que en nuestro mundo ese vacío no lo producen los extraterrestres sino los propios humanos. Un abrazo Luisa
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarVacía me queda el alma después de leer un texto tan inquietante... ¿cuál será tu propuesta tras esta desolación...?
ResponderEliminar¿Que hay que hacer?
ResponderEliminarMañana os cuento de qué va todo con pelos y señales.
ResponderEliminarGracias por estar pendientes
¿Estas convocando una maratón, Luisa?
ResponderEliminar¡Avisa, eh!
Besicos
Noooo,mucho mas tranquilo. Vuelve mañana!
EliminarEste relato inquietante promete, Luisa
ResponderEliminarNo necesitamos naves para hacer este planeta inviable. Nos valemos solos.
ResponderEliminarMe gusta.
Salud.