29 de mayo de 2017

Montaña rusa

Navegaba por la Red cuando un anuncio llamó su atención: “¿Cree que su matrimonio es aburrido? ¿Quiere cambiar de pareja? Estudiamos su caso sin compromiso alguno.”
Por la noche, un olor a asado inundaba la casa y una rubia imponente le esperaba en la cocina. Al día siguiente, aún con una sonrisa en el rostro, decidió comprar unos flores para sorprenderla pero acabó dando el ramo a una morena muy fogosa vestida de ejecutiva.
Las mujeres se fueron sucediendo sin parar, día tras día, diferentes e infinitas.
Una noche que la fémina de turno quiso que leyesen juntos después de la cena, buscando entre los libros, cayó a sus pies una vieja foto escondida entre sus hojas. Era un retrato de su mujer, de la primera, y, al verla, recordó que sólo con ella había podido compartir recuerdos y manías, que ella era la única que cuidaba de su colesterol y que le reñía, que junto a ella podía relajarse y descansar, que únicamente ella era quien quería verle entrar por la puerta de casa para quedarse y no volver a irse nunca.

4 comentarios:

  1. Imagina.
    Yo personalmente lo veo difícil, difícil. No se puede estar en dos trenes a la vez.

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  2. Hay que valorar lo que se tiene, y quizá fijarse menos en eso que llamamos rutina, o cambiarla de vez en cuando.
    Buen relato, Luisa
    Un abrazo

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  3. Gracias, Ángel, eres mágico porque estás en todas partes.
    Un abrazo

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