13 de noviembre de 2019

Todos dicen I Love You




Primero fueron las miradas, incluso cuando era todavía una niña. Su madre, a la que físicamente se parecía tanto, se dio cuenta inmediatamente e intentando que la historia no se repitiese empezó a adoctrinarla: visitas al ginecólogo, acceso a métodos anticonceptivos, conversaciones que de forma natural derivaban en cómo eran los hombres y en cómo se comportaban con mujeres como ellas, charlas aparentemente intrascendentes sobre lo que era verdaderamente importante en la vida.
Por eso cuando creció, cuando su cuerpo convirtió en realidad todas las promesas, cuando la belleza, la turgencia y las curvas hicieron acto de presencia, su mirada era ya la de una mujer adulta, desconfiada y adusta, que sabía esquivar los piropos y las declaraciones de amor que nunca lo eran.
La anciana mujer que viene y se sienta siempre en la misma mesa del café, la que tanta tristeza te trasmite y por la que me preguntas, es ella, lamentando quizás no haber podido o sabido entregarse, rendirse, llorar o arriesgarse por un amor como el de cualquiera.

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