Encontró el cuaderno en la vieja casa del pueblo, la de los abuelos, al realizar esa obra que tanto necesitaba. Aquellas hojas amarillentas, llenas de letras minúsculas y torcidas, casi ilegibles en ocasiones, acabaron siendo un diario.
En
un primer momento pensó que podría tratarse del de la abuela pero, tras la
lectura de algunas páginas, supo que la autora era una de las últimas criadas
de la casa, Eva, cuyas confesiones e impresiones resultaron ser mucho más
jugosas e interesantes de lo esperado, en las que descubrió una verdad que le
afectaba, que ella era su madre, el abuelo su padre y los que había creído que
era sus progenitores una solución al alcance de la mano.
Pero solución al fin.
ResponderEliminarSaludos,
J.