Primer acto:
María, la Santa, mascullaba oración tras oración
entreteniendo los dedos en un rosario, la Niña jugaba con las muñecas y la Pinta esperaba que pasase algún buen mozo que le
alegrase la vista.
Estaban en la
puerta de la casa y pasaba el tiempo, como todos los días.
Segundo acto:
En cuanto los
términos de la apuesta quedaron claros, los tres hombres, mosqueteros para más
señas, se lanzaron galopando como locos por las calles del pueblo hasta la
plaza donde estaba la iglesia.
Una vez más
eran Athos, Porthos y Aramis y su maldita forma de hacer las cosas.
Tercer acto:
Como no podía ser de otro modo, el que llegó primero fue
oro, el segundo plata y el tercero bronce, en una curiosa costumbre que aún
perdura. Y cuenta la leyenda que, si bien fueron las tres mujeres quienes
repartieron cintas, medallas y flores, a día de hoy, María reza, la Niña juega y la Pinta se entretiene, siendo ella la causante de la
conocida frase: “una para todos y todos para una”, en una versión más
políticamente correcta.
Un, tres de tres, fantástico Luisa. Me ha encantado.
ResponderEliminarAbrazos.
Mañana y pasado más.
ResponderEliminarPero... ¿por qué?
Veremos
Fabulos los tres actos. Me han encantado. Mi aplaudo sonoro.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Muy pero muy bueno, Luisa. Hilarante, imaginativo, divertido.
ResponderEliminarMe ha encantado. Felices tres años de blog!!