14 de septiembre de 2015

Algo dulce

Mientras desayuno leo la lista de la compra que mi esposa ha dejado junto al frigorífico y me sorprende descubrir, entre la fruta, la palabra “chocolate”, algo que hace años que no comemos; pero, ¿qué me extraña?, ¿es que no pueden haber cambiado sus gustos sin yo saberlo? E inmediatamente después, curiosamente, creo recordar nuestra primera cita y así, con una sonrisa en la boca, salgo de casa sin despedirme, como he hecho siempre.
Sin embargo, cuando llego al trabajo, ya he hecho memoria y sé que el chocolate no tiene relación con nada nuestro. Si lo pienso un poco, puedo recordar que no sé por qué quedamos aquel día o por qué nos casamos pasados unos pocos meses; incluso, soy capaz de afirmar que, desde Navidad, apenas nos hemos hablado o, también, que no sabría decir de qué color tiene el pelo.
Entonces, sólo entonces, la comprendo: yo también quiero chocolate, siempre pensé que así es como saben los besos.

2 comentarios:

  1. El chocolate puede ser un buen sucedáneo, aunque mejor aún sería poder consumir ambas cosas: la citada bebida a base de cacao y los susodichos besos.
    Buen texto, gracias por compartirlo
    Un saludo, Luisa.

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