13 de abril de 2016

El que reparte



Hacía como unos cinco minutos que viajaban en el ascensor hacia el centro de la tierra, hacia el refugio presidencial que nunca nadie pensó que alguna vez se usaría.
Él no era la primera vez que hacia el viaje y, aunque no estaba tan sereno como el presidente y su familia, la inquietud que ya adivinaba extendiéndose entre sus hombres le obligaba a estar alerta.
Cinco minutos en vertical y sin paradas es un viaje largo, son muchas toneladas de tierra; una tumba con una buena despensa pero, al fin y al cabo, una tumba.
Precisamente por eso habían sedado a los ilustres invitados, para que cesasen de una vez todas sus órdenes contradictorias, sus histerias, sus preguntas incómodas y sus inagotables exigencias, cada día un poco más absurdas.
No, definitivamente el presidente había demostrado no saber estar a la altura que le pedía la historia; y por eso, y porque así lo había exigido, se hacía aquel viaje hacia el subsuelo, donde había de casi todo, pero de donde alguien había eliminado (entre bromas y risas) el agua: “para que acaben muriendo de sed, como parece que moriremos todos en la Tierra”.

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4 comentarios:

  1. Ignorantes de su destino, el presidente y su séquito entran el su mausoleo, con todo lo necesario para el viaje al más allá y sin humedades ;)
    Un saludo!

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  2. Él se creía que el que repartía era él pero...
    Gracias por la visita

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  3. El que eliminó el agua del búnker es el tipo más poderoso del mundo.

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  4. Qué buen relato y que final más..., para pensar!!
    Besicos muchos

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