La frase estaba entre otras muchas, ni siquiera al
inicio o al final de un párrafo, ni siquiera. Sin embargo, entró en la mente
del lector adueñándose de ella, eliminando tabúes y barreras, dejando escapar a
aquellos recuerdos inolvidables que había logrado acorralar, aquellos que
dolían.
Al poco, el hombre parecía incapaz de dejar de llorar,
iluminado por la luz apagada de la tarde que ya acababa, sentado y roto en el
sillón que siempre había preferido para la lectura.
Nadie sabría nunca nada de ese momento de rendición,
de debilidad y de derrota; pero él, a sí mismo, sí que se vio y algo le hacía
pensar que ya nada nunca volvería a ser igual.
Un párrafo que desarma dotas las defensas internas de un apersona.
ResponderEliminarUn abrazo.
Unas cuantas palabras pueden ser una semilla que se expanda y lo cambie todo.
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa
Por eso son peligrosos los libros y los discursos, aunque para mi protagonista veo algo más íntimo y quizás doloroso.
ResponderEliminarGracias por comentar y buen fin de semana.