Desde el
momento en que nos dijeron que no se trataba de un grupo de avispas, nos
pusimos en funcionamiento siguiendo el plan previsto, como tantas otras veces.
Preparamos la emboscada y empezamos a vigilar la nube de polvo que generaba el
desplazamiento de sus vehículos, acercándose sin saberlo hasta nuestra
posición.
Cuando ya
estaban a la vista, tuvimos que decidir quien sería nuestra presa. Nuestra
intención era apropiarnos de uno o, a lo sumo, de dos y después ver como el resto
de la formación pasaba y se alejaba sin darse cuenta de nuestra captura. Por
esta razón nos fijaríamos en los que iban solos, en los que iban al final del
grupo o, mejor aún, ligeramente separados del núcleo del enjambre. Sin embargo,
iba a ser difícil, imposible incluso,
adivinar si debajo de aquellas ropas íbamos a encontrar un hombre o una mujer.
Elegimos con cuidado a los que podrían ser nuestras víctimas, decidimos sobre
quien íbamos a caer, nos pasamos la información las unas a las otras y nos preparamos.
Estábamos
listas.
Y cuando la
nube de polvo empezó a alejarse, a disolverse a nuestro alrededor, nos
acercamos a un determinado lugar en cuyo centro alguien empezaba a forcejear,
atónito aún.
Algunas ya
estaban empezaron a descubrirle la cabeza. En el aire había sólo una pregunta:
¿era un hombre, era una mujer? Sabíamos lo que queríamos y no nos valdría
ninguna otra cosa. Tras unos segundos de espera más y un desordenado montón de
ropas sobre la arena, vimos que se trataba de un ejemplar joven, de un hombre
aparentemente sano, justo lo que queríamos.
Un murmullo de
satisfacción se extendió por nuestras filas: las Mantis había capturado al que
sería nuestro macho hasta que muriese o hasta que, por un motivo u otro, decidiésemos
que desapareciese de la faz de la tierra.
Él, por su
parte, empezaba a comprender, empezaba el muy idiota a mezclar el temor con una
sonrisa.
Miedo me da que éstas, tus mantis, aparezcan por mi zona...
ResponderEliminarRevoltosa te has levantado Luisa.
Original este relato.
Besos desde un mojado pinar
Siendo un ejemplar joven... total, hay que morir, y estará en plena efervescencia de testosterona. Original, me gustó.
ResponderEliminar