16 de enero de 2013

Mantis


Desde el momento en que nos dijeron que no se trataba de un grupo de avispas, nos pusimos en funcionamiento siguiendo el plan previsto, como tantas otras veces. Preparamos la emboscada y empezamos a vigilar la nube de polvo que generaba el desplazamiento de sus vehículos, acercándose sin saberlo hasta nuestra posición.
Cuando ya estaban a la vista, tuvimos que decidir quien sería nuestra presa. Nuestra intención era apropiarnos de uno o, a lo sumo, de dos y después ver como el resto de la formación pasaba y se alejaba sin darse cuenta de nuestra captura. Por esta razón nos fijaríamos en los que iban solos, en los que iban al final del grupo o, mejor aún, ligeramente separados del núcleo del enjambre. Sin embargo, iba a ser  difícil, imposible incluso, adivinar si debajo de aquellas ropas íbamos a encontrar un hombre o una mujer. Elegimos con cuidado a los que podrían ser nuestras víctimas, decidimos sobre quien íbamos a caer, nos pasamos la información las unas a las otras y nos preparamos.
Estábamos listas.
Y cuando la nube de polvo empezó a alejarse, a disolverse a nuestro alrededor, nos acercamos a un determinado lugar en cuyo centro alguien empezaba a forcejear, atónito aún.
Algunas ya estaban empezaron a descubrirle la cabeza. En el aire había sólo una pregunta: ¿era un hombre, era una mujer? Sabíamos lo que queríamos y no nos valdría ninguna otra cosa. Tras unos segundos de espera más y un desordenado montón de ropas sobre la arena, vimos que se trataba de un ejemplar joven, de un hombre aparentemente sano, justo lo que queríamos.
Un murmullo de satisfacción se extendió por nuestras filas: las Mantis había capturado al que sería nuestro macho hasta que muriese o hasta que, por un motivo u otro, decidiésemos que desapareciese de la faz de la tierra.
Él, por su parte, empezaba a comprender, empezaba el muy idiota a mezclar el temor con una sonrisa.

2 comentarios:

  1. Miedo me da que éstas, tus mantis, aparezcan por mi zona...
    Revoltosa te has levantado Luisa.
    Original este relato.
    Besos desde un mojado pinar

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  2. Siendo un ejemplar joven... total, hay que morir, y estará en plena efervescencia de testosterona. Original, me gustó.

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