Fue una suerte encontrar la posada en mitad del campo. La débil luz que había sobre su puerta nos había salvado de dormir bajo la lluvia.
Cuando
entramos, los parroquianos nos miraron con una mezcla de curiosidad y reserva.
Por otro lado y, aunque la señora de la casa ni nos dirigió la palabra ni tan
siquiera nos miró, no tardó en servirnos un plato de sopa caliente y
acompañarnos a esta habitación en el segundo piso.
Ahora
acabamos de despertarnos con lo que parece ser el ruido de unos arañazos en la
puerta, la oscuridad es total porque el cuarto carece de ventanas y hemos
descubierto con horror que estamos paralizados. Ya entran. Parecen las pisadas
de perros, oímos sus respiraciones, olemos nuestro miedo. Unos hocicos
inspeccionan mi piel. Alguien me lame, alguien me muerde.
(microrrelato magníficamente ilustrado
por Diego Iglesias Solano e incluido en “Triple
Ceis (666), el número de la bestia microrrelatista”, una publicación digital
y gratuita que podéis encontrar aquí; un proyecto colectivo llevado a cabo en
el seno de Triple C para escribir una serie de relatos de
terror, en el que he tenido el placer de participar con dos microrrelatos; mañana
publicaré el segundo de ellos)
Vaya, se parece un montón a los hoteles baleares de playa, pero sin ingleses borrachos. ¿Me das la dirección?
ResponderEliminarAbrazos
Pues este lo he leído por segunda vez, y no me gustaría acabar de cena de un bichajo. Pero nunca se sabe, la vida da mil vueltas.
ResponderEliminarUn abrazo
Y encantado de visitarte.
Uy, creo que a partir de ahora, cuando tenga que reservar una habitación me aseguraré de que en el lugar no tienen perros o algo parecido.
ResponderEliminarDe terror, ya lo creo. Muy bueno Luisa. Besos.
Luisa.
ResponderEliminarCorrige Microrretista y pon Microrrelatista.
Un saludo.
Gracias, evidentemente, no me había dado cuenta.
ResponderEliminarMicrorretista??? ¿¿Persona que sólo admite retos pequeños??
La verdad es que tiene su gracia.
Gracias, de nuevo, Luisa