-Érase una vez… -empezó a leer la madre.
El niño, ya en la cama, hastiado y triste, veía como
volvía a esconderse detrás del libro y evitaba contarle lo que estaba pasado.
Cerró los ojos, se hizo el dormido, escondió las
lágrimas; puede que incluso tuviera que hacerse el sordo un poco más tarde
cuando sus padres empezasen a discutir en el cuarto de al lado.
Duro y muy real.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Así vivimos las vidas impostadas, los adultos escondidos tras de hojas de papel, los niños haciéndose los sordos para no oír el aullido del silencio.
ResponderEliminarAbrazos, siempre