-Sí,
papá, pero, ¿y esa?
La
pequeña repetía la frase sin parar, pero algo le decía que él no acabaría de
decidirse, tampoco hoy, tampoco ahora. Entendía que estuviera triste y dolido,
ella también se sentía así; pero ambos necesitaban urgentemente alguien que les
abrazase por las noches aunque lo único que les contasen fueran cuentos.
-¿Y
aquella, la del pelo rubio?
La
mujer se sintió observada y les sonrió y él, aunque intentó disimular, se
sonrojó demostrando que aún tenía sangre en las venas.
De esos vacíos que todos necesitamos llenar aunque nos atenace el miedo. Mientras haya sangre en las venas hay esperanza.
ResponderEliminarAbrazos Luisa.
Cuánta ternura y complicidad encierran tus letras. Maravilloso micro.
ResponderEliminarMe quedo con la sonrisa.
ResponderEliminarBesos
Y colorín colorado, la búsqueda ha terminado…
ResponderEliminarQue tierna historia, Luisa.
Ahí tienes un nuevo principio. Qué tierno, Luisa. Me gusta
ResponderEliminarSaludillos