Sabemos que, al
ser un grupo de seres humanos que nacimos genéticamente idénticos, hemos de
considerarnos los primeros clones de la historia pero, al tiempo, nos gustaría
que no olvidasen que, en contra de lo que pudiera parecer, somos diferentes en
algunos detalles importantes.
Ya los primeros
instantes de vida nos marcaron de desigual forma, moldeando nuestras
personalidades.
Uno pasó
desapercibido, los médicos lo vieron como un principio de algo mucho más grande
y así, desde entonces, dolido en su afán de protagonismo, sólo busca llamar la
atención. Dos, antes de ir a la incubadora, fue acercado a una ventana, un rayo
de luz le obligó a cerrar los ojos; cansado se durmió o se durmió porque nació
cansado, sea como fuera, él vive feliz viviendo más despacio. Tres, es posible
que pugnase por salir primero y que no lo lograse, ni lo sabemos ni lo ha
confesado, pero quizás esa razón explique su constante gesto de enfado. Cuatro
tuvo la suerte o la desgracia de oír susurros y piropos, los entendió como
tales y ahora sus hermanos nos vemos obligados a hacerle entender que es imposible que él sea el más guapo.
Cinco oyó los mismos susurros y piropos que Cuatro pero entendió que sólo eran
ruido, comenzó a llorar y de hecho sigue haciéndolo, imperturbable. Seis,
aplastado entre sus hermanos tanto como éstos estaban, al nacer logró extender
los brazos y a día de hoy podemos decir que aún no los ha cerrado. Sobre Siete
voló una errática mosca y esto le hizo sentir un amor desinteresado por todo
tipo de animales. Ocho llegó con el equipo médico exultante por lo que piensa
que la vida es una fiesta y que nunca será nada más. Nueve casi no fue visto,
ya todos esperaban a Diez; aún hoy se esconde el muy ladino y miedo nos da
pensar lo que está haciendo. Diez se cree más que los demás porque aplaudieron
a su llegada. Once olió el champán y es lamentablemente alcohólico. Doce se
sintió solo por primera vez en su vida, sintió miedo. Trece fue dado de lado y
está en terapia. Catorce no sabe estar solo. Quince no quiere otra cosa.
Dieciséis amenaza con cambiarse de nombre. Diecisiete aún pugna por…
Yo soy
Treintaytres y escribo, ¿se nota?
Relato manifiestamente conductista que podría abrir un apasiona(do)nte debate.
ResponderEliminarAbrazos, siempre. Cincuenta y ocho.
Aparentemente iguales, pero tan diferentes... Fantástico Luisa.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Las fiestas de cumpleaños tienen que ser un festival...
ResponderEliminarEn mi casa se pararon en el dos y te puedo decir que mis dos hermanos son bien diferentes, diga lo que diga la genética, je je.
Abrazos Luisa, me he reído un montón.
Estupendo Luisa, ¡que familia tan especial!
ResponderEliminarBesicos muchos.