16 de noviembre de 2013

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Primer acto:
El marido y su esposa, y viceversa, escuchaban perplejos. Ante ellos estaba su amante, el de ella y el de él, en el que coincidían, explicándoles lo complicada que era su vida desde que habían aparecido los dos y cuán interesante podía ser para los tres poner un poco de orden en sus rutinas.
Segundo acto:
Las casas de paja, madera y ladrillos, las que los cerditos habían construido más o menos cerca las unas de las otras, estaban ya reparadas pero vacías. Nada querían saber ellos de ellas. Y la agencia inmobiliaria se preguntaba a quien podría colocárselas y, en tres palabras, quitárselas de encima.
Tercer acto:
Definitivamente esas tres casas eran lo que buscaban. La de ladrillos fue para el amante, el aceite de aquella relación, el que aguantaba a ambos y al que le resbalaba todo. La de madera para la esposa, la sal, la más pícara. Y la de paja, para el marido, que viendo cómo iba perdiendo terreno en todos los frentes, empezó a avinagrarse, aliñando sin querer algo que era una ensalada, vieras como lo vieras.

4 comentarios:

  1. El amante sacó la mejor tajada. Claro, "trabajaba" por partida doble.

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  2. Luisa, muy original. Me ha gustado como has sabido hilarlo. Una vez me contaron una historia de tres en el que acordaron vivir bajo el mismo techo con derechos y obligaciones compartidas, acabó mal. Es que ya se sabe dos son pareja y tres multitud.

    Abrazos.

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  3. Divertido enredazo con insólitas consecuencias.
    No cabe duda que existen muchas personas genéricas por no decir desastrosas.

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  4. Ja, ja qué divertido. Me ha encanta como lo trufas con el cuento de los tres cerditos.

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