Atisbó desde el fondo del pasillo el
salón en el que ella cosía como todas las tardes. Parecía un buen momento para
hablarle y convencerla pero, aún así, repasó su arsenal de palabras y
argumentos, repitió del tirón el pequeño discurso que había preparado y se pudo
recto, todo lo largo que era.
Cuando sus pasos rozaron la alfombra,
ella elevó la cabeza y le sonrió; quizás porque viéndolo ya sabía de la batalla
que se libraba en su interior. Esperó, pero él no abrió la boca y sobre sus
cabezas empezó a crecer una burbuja llena de muchas cosas: esperanzas, miedos,
deseos y cautelas.
Justo cuando él sintió que se estaba
quedando completamente vacío, ella dijo como si tal cosa:
-Hoy ya no has tenido fiebre, ¿por qué
no sales al parque a jugar con tus amigos? Cuando vean lo que has crecido,
alucinarán.
Es un micro muy abierto, en el que caben infinidad de interpretaciones, pero a mí esa mujer, aún sin apenas habérnosla descrito, me ha dado un poco de miedo. Él sin embargo, me ha provocado una pena tremenda.
ResponderEliminarBesos, Luisa.
Luisa, ¡muy original esa máxima que asocia a los pequeños fiebre con el crecimiento! Recuerdo que de pequeño, solo por aumentar unos centímetros, valía la pena pasarse en la cama un par de días.
ResponderEliminarAunque denoto que ese recurso, va asociado con otro drama en la etapa vital más invernal.
Buen trabajo.
Abrazos.
Comencé leyéndolo como un micro de amor entre un hombre que no se animaba a declararlo a la mujer de sus sueños, y me sorprendí gratamente con la transformación (en mi mente de lector) de aquel en un preadolescente.
ResponderEliminarMuy bueno, Luisa, me gustó mucho.
¡Saludos!
Gracias por los comentarios. Es un placer que de algo "chiquito" saquéis tantas historias. Me alegro.
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