Se
despertó en mitad de la noche e inmediatamente algunos negros pensamientos
empezaron a acosarle. Antes de que se diera cuenta estaba pensando en que
odiaba su trabajo y no soportaba a su mujer, en que nunca tendría que haber
comprado esta casa o en que ya se estaba haciendo viejo.
La
oscuridad se tornó opresiva, empezó a sudar profusamente y con un impulso
desesperado llegó al cuarto de baño que había junto a la habitación. Se lavó la
cara y, al mirarse en el espejo, vio el rostro de su vecino del cuarto.
Vaya,
pensó, una vez más me he vuelto a despertar equivocado.
Volvió
a la cama para dormirse de nuevo, el único modo que conocía para regresar
cuando antes al organismo correcto, pero tenía miedo, mucho miedo: con el
tiempo había comprobado que cada vez tardaba más en salir del otro lado.
Luisa, un microrrelato de confusiones o no, un micro que te demuestra, de forma muy fina, que mejor no quejarse con lo que uno tiene, pues puede que la vida de tu vecino sea peor que la tuya.
ResponderEliminarBuena confusión.
Abrazos.
Te echamos de menos el sábado, Nicolás, como a otros muchos.
ResponderEliminarQuedamos para la próxima???
Siempre pensamos que a nosotros nos va mal y que a cualquiera que nos rodea les va mejor. Pero no es así. Puede ser que cualquiera con el que hablamos lo esté pasando francamente mal y no lo aparente; porque siempre queremos aparentar lo que no somos. Y como dice el refrán: más vale piel conocida que piel por conocer.
ResponderEliminarBesos y encantado de conocerte en la quedada, aunque solo fuera un poquito
Mmm muy sugerente, me recordó a "El Sueño del Otro" de Juan Jacinto Muñoz Rengel.
ResponderEliminar