Tras algunos cálculos, comprendió que el futuro que
ansiaba vivir estaba a unos seis años de distancia sin alcohol y sin juergas.
Fue justo entonces cuando sintió cómo flaqueaba su vocación mientras su mano
izquierda, siempre más atrevida, buscaba un atajo robando en el cepillo de las
limosnas.
Avanzará por un lado y retrocederá por otro, sumido en sus contradicciones.
ResponderEliminarUn saludo, Luisa
Y siendo, también, un completo engaño, predicando en aquello que no practica.
ResponderEliminarGracias por la visita, Ángel
Ya se sabe, la limosma del cepillo es para el culto, y el culto es él, que sabe latín...
ResponderEliminarSaludos
Así, como lo cuentas, Ildefonso, parece hasta lógico y normal. ¿En qué estaría pensando yo?
ResponderEliminarGracias por el buen comentario, porque lo es.