3 de diciembre de 2015

Limbo

Desde que la rubia que leía “Guerra y paz” bajó del autobús viajamos en el más absoluto de los silencios, mirando la realidad a través de los sucios cristales como si fuésemos peces, boqueando y con los ojos abiertos, siguiendo un trayecto circular que recorre la ciudad una y otra vez en un tiovivo sin fin lleno de niños que nadie espera y que nadie quiere. De repente el conductor modifica ligeramente nuestra ruta y sacudimos parte del sopor con un pestañeo; es una mujer rubia, con un manoseado libro gordo en las manos y una portada que reconozco, la veo avanzar por el pasillo del autobús buscando un hueco y, por un momento, pienso que esta mujer ha de ser la rubia que se apeó, que ahora vuelve. Y elijo como todos aferrarme a mi sitio y a mi silencio, decido no sentir y olvidar, escojo no saber qué se siente ahí fuera, donde la vida vive y pasa el tiempo.

5 comentarios:

  1. La literatura como salvación de ese limbo rutinario en el que nos vemos envueltos.
    Un saludo, Luisa

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  2. Magnífico relato, que no baja la tensión ni un instante... Hasta un viaje en autobus puede esconder, en el fondo, el descenso a un mundo sin sentido...

    Un abrazo

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  3. Las letras y la vida, que siempre sigue, afuera, adentro, o en ningún sitio.
    Gracias a los dos por pasaros

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  4. Lo releeré. Lo siento, esta mañana estoy espeso y no lo pillé.

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    Respuestas
    1. Huy. Yo no se si lo entiendo pero su irrealidad me gusta. Solo por eso no está en el cubo de la basura

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