Desde
que habían montado en el barco, él había estado arregomitando como una
mala bestia. Para cuando las nauseas cesaron, agotado, se iba aceporrando sin remedio
por las esquinas. Las pocas veces que había querido salir a cubierta para
decirle que la quería, ella estaba gastándose el dinero jugando al chinchorro y a la ruleta.
Tras dejar Grecia, la última escala del viaje, ella se fue a cenar con el
capitán, según le explicó, sólo para hacer una ñapa a su maltrecha
situación económica.
Ahora,
tres meses después, le había dicho que estaba de tres meses y a él, por más que
repasaba, no le salían las cuentas.
Luisa, y es que hay cuentas que por más que uno le de a la cabeza no salen ni a la de tres. He sonreído con ese final y con alguno de los palabros que has utilizado. "Aceporrando", por ejemplo, lo decía mucho mi abuela.
ResponderEliminarMuy bueno.
Abrazos.
Es curioso... Usando "palabros" es realmente fácil que me salen historietas más o menos irreverentes o quizás con algo de humor, más que algo más metaforico o serio o...
ResponderEliminarNo sabría decir por qué, la verdad
Con estos cuatro y especiales palabros, te has montado una historia de lujo... y si encima hubieras utilizado un "empreñada de tres meses" para cerrarla...
ResponderEliminar(Claro que es una humilde sugerencia, que me ha hecho recordar un refrán que decía mi abuelo... "no hay mujer más espurciada, que de tres meses empreñada)
Jajajaj, mira que espabilada ella. Y él un poco cortico si anda repasando cuentas.
ResponderEliminarBesos desde el aire