Ante mí el primer Caballero Jedi albino que había
visto en mi vida; sin embargo, sin faltar a la verdad y teniendo en cuenta lo
que había en la galaxia, podía afirmar que era casi normal, en el sentido de
que tenía muchos rasgos físicos de un humano como yo lo era. Estéticamente,
tenía su punto; blancos la piel, la capa y el pelo, rojos los ojos y el sable.
Un cuadro, hubiese dicho mi madre. Difícil de ver, hubiese añadido yo.
Se
puso delante de mí en plan chulito. Antes de que yo hubiese movido un dedo ya
estaba él con los barridos horizontales y los bloqueos que se hacen con el
sable para repeler los ataques laterales. Ni me inmuté. Después del
calentamiento con la Forma I,
pasó a la II o Makashi, siempre un
espectáculo, elegante, preciso, fluido y lleno de refinamiento. Yo lo había
visto otras veces. Por su parte el Caballero Jedi parecía estar dispuesto a
seguir con las clases pero yo, sólo de pensar en la progresión que me esperaba
(hasta siete formas de combate), sentí pereza. Por otro lado tanta arrogancia y
tanto mirarse el ombligo, tanta autosatisfacción y paja mental me estaban
empezando a empalagar y a pasar factura. Tienes poca paciencia, hubiese dicho
mi madre. No, lo que tengo es una pistola láser, hubiese añadido yo.
De modo que disparé y le mandé a
hacer gárgaras.
-Eso te ha pasado por hacer el
indio; y si no sabes de que te hablo, busca en Wikipedia, como he buscado yo.
(publicado
en la Revista MiNatura nº 140,
tema propuesto: “SPACE WESTERN”)
Qué divertido, me encanta la mezcla de humor, imaginación y ciencia-ficción.
ResponderEliminarLuisa, una buena revisión del clásico para un tema complicado. Muy divertido.
ResponderEliminar¡Enhorabuena por la publicación!
Abrazos.
No escribimos entre otras cosas para divertirnos juntos? Pues eso
ResponderEliminarGracias