Nunca
se había atrevido a soñar en una gotera como aquella: apenas unas horas después
de aparecer, ya era una cascada bien hermosa.
Escuchaba
ahora el relajante ruido del agua cayendo sobre la estantería, veía con orgullo
cómo sus maquetas de barcos surcaban el comedor haciendo sonar sus sirenas, oía
a una familia de patos de goma jugar en la bañera y descubría un perro, que no
recordaba ni haber tenido ni haber deseado nunca, nadando con un palo en la
boca.
Sonó
el timbre de la casa, tenía que ser su vecina de abajo, de hecho sólo quería
que fuese ella; y, remando en su barca nueva, fue a abrir la puerta. Se propuso
entonces invitarla a dar un paseo y si lograba que embarcase, tras enseñarle el
pequeño acuario que había crecido en la cocina, dejaría que las olas los
empujasen hasta encallar en la playa de la cama, donde podrían bajar y tumbarse
entre las sábanas para ver juntos las estrellas.
(microrrelato
incluido en “Menguantes”, libro que puedes descargarte en este enlace)
No hay comentarios:
Publicar un comentario