Tras
diez años de continuos reproches echándole en cara que llevasen aquella
aburrida vida, ella dejó de hablarle y empezó a castigarle con miradas llenas
de decepción y desprecio. Curiosamente, para él, con lo fácil que había sido
dejar de escuchar los gritos, evitar aquellos ojos, que le acosaban, amenazaban
y perseguían, resultó imposible.
Durante un tiempo buscó una solución
para aquel problema que atenazaba su tranquilidad y su vida, durante un tiempo.
Ahora despedía a los policías en la
puerta de la casa; ellos le daban educadamente el pésame, le pedían disculpas
por las molestias, se iban y lo dejaban al fin solo. Él ya cierra la puerta
despacio, ya sonríe; por fin, ahora, podría seguir viviendo su mediocre,
monótona y miserable vida, ésa que con tanta razón y que tan bien había
descrito siempre ella.
Qué triste y que duro que se imponga la fuerza.
ResponderEliminarBuena semana.
Besicos muchos.
Esto estaba programada antes... de lo pasado; y he estado dudando si dejarlo, ponerlo, poner el blog de luto, enarbolar una bandera, callar o qué, estoy muy desconcertada y triste. Ojalá la vida puede seguir más o menos igual para todos, y desde ahí mejorar y ser felices juntos.
ResponderEliminarUn beso.
Triste y con inevitables reminiscencias. Como bien has dicho, "mejorar y ser felices juntos", no hay otro camino.
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa