De repente lo recordó todo.
Cuando era un joven cura, inocente e
inexperto, había sido cobarde, ésa era la verdad. Sin saber qué hacer, de entre
todas las posibles soluciones, había optado por estar del lado de su superior,
había elegido cerrar los ojos y callar, había defraudado a los débiles e
indefensos niños que le habían mirado pidiendo ayuda e incluso, aunque doliese
recordarlo, una vez había llegado a caer en la tentación.
No duró mucho tiempo el dolor, al
menos para él; poniendo como excusa una madre anciana, pidió un traslado de
parroquia y se fue, seguro de que los gritos de las víctimas continuarían tras
él aunque ya no los oyese.
Ahora, agonizando en el frío suelo
de la iglesia, estaba seguro de haber reconocido su cara, estaba seguro de que
la paz llegaba al fin.
Dicen que nunca es tarde para arrepentirse, yo creo que no es cierto, al menos el arrepentimiento de este cura no servirá para recomponer las vidas que rompió su cobardía. Me gustó tu historia Luisa.
ResponderEliminarUn abrazo
Estar seguro de que morirá en paz, es un alivio para él, pero mucho me temo que ... los otros no pensarán lo mismo.
ResponderEliminarAgil penitencia la que hoy nos regalas Luisa. Quien cierra los ojos en vida : que no espere cerrarlos en su hora final y despertar reconciliado. Dificil cuestión.
Besos Luisa.
Duro relato Luísa por su contenido, aunque como siempre muy bien contado. Quizás encontró al final la paz, aunque estoy segura de que dicha paz no puede existir, porque las víctimas nunca la conocerán.
ResponderEliminarBesos y un abrazo,
LLegó tarde ese arrepentimiento. La cobardía, divina o no, acarrera daños difíciles de curar. Y hay gritos que nunca dejan de sonar.
ResponderEliminarInteresante y bien narrado.
Un abrazo.
Se me han puesto los pelos de punta, Luisa. Tremendo relato.
ResponderEliminarSolo con la muerte le llegó la paz. Cuando tu conciencia es tu propio juez, no sé si alguna vez llega el perdón...
Un abrazo fuerte.
Tremendo.Qué tarde llega el arrepentimiento y qué inservible resulta para las víctimas. Me dejó helada este relato, Luisa y lo contaste con maestría. Beso grande
ResponderEliminarNo es la solución, y a la victima si que no le habrá llegado la paz... Mejor estaría pagándolo en la cárcel, padeciendo lo que él hizo padecer...
ResponderEliminarAbrazos, Luisa
Veo que estás realista. Aquí en Sudamérica hemos tenido muchos de esos curas en los años oscuros, pero dicen las malas lenguas que ni después de muertos tendrán paz... claro, eso es cosa de creyentes.
ResponderEliminarUn saludo.
HD
Ese arrepentimiento llega tarde y a las victimas dudo que les de alivio. Duro tu micro, Luisa, tanto como la realidad que retrata.
ResponderEliminarBesitos