Primero dijo que le refanfinflaba,
que yo era un cagaprisas;
pero no mucho después, se dio cuenta de que la ceremonia de los Oscar’s estaba a la
vuelta de la esquina. Empezó con que quería petarlo,
con que llevaría un síguemepollo
de antología; yo, por mi parte, le dije un par de veces que se iba a quedar
como un chupitel,
que quizás se estaba pasando un poco, que una miaja
de tela no era un vestido y que no lo iba a ser nunca, que con esos tacones se
iba a esmorroñar
en la alfombra roja, que no era cuestión de llamar la atención sólo por ir corita.
Al final, como todos habéis podido ver,
no ha venido; la he dejado arregomitando
en casa, vencida por un corte de digestión provocado por una simple corriente
de aire, sí, tan inevitable como inoportuna.
Desde luego, Luisa, en este blog no se para de aprender palabras.
ResponderEliminarUn lujazo.
Miajas de abrazos.