A él, como a todos los niños, le
gustaban los pasteles; pero, él prefería sobre todo a la panadera, su olor
calentito y suave del pan recién hecho. Había veces que ella se inclinaba para
saludarle y él no podía apartar los ojos de sus pechos grandes y redondos, en
los que estaba seguro que debía estarse muy bien.
Un día, alguien
le preguntó: “¿qué quieres ser de mayor?, ¿futbolista?”. Pero él con una
sonrisa glotona en la boca contra todo pronóstico contestó: “No, yo voy a ser
panadero”.
Ay, esos amores infantiles... Recuerdo yo que me quedaba clisada con un maestro... pero bueno eso son otras historias que no vienen a cuento.
ResponderEliminarBesitos recientes
Buenísimo...
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