autor: Eva García Martín |
Fue un verano extraño el del 2013, en Londres hizo un
calor fuera de lo normal y todos nos volvimos un poco locos, también los
insectos que desde tiempo inmemorial llenaban las salas del Museo de Historia
Natural.
Recuerdo que estábamos visitando la exposición de
mariposas vivas que todos los años había en el jardín del Museo y que, de
repente, una sombra se extendió sobre nuestras cabezas al tiempo que el aire se
llenaba de un murmullo ensordecedor, algo extraño, como de millones de ángeles.
Elevamos la vista y vimos cómo el Museo salía volando, dirigiéndose hacia el
sur, aparentemente liviano, llevado en volandas por miles y miles de insectos
resucitados y con ganas de volver a agitar sus alas, como antaño, como antes.
Hoy lo han dicho las noticias, el edificio ha sobrevolado
la península ibérica y muy
posiblemente se posará en Doñana siguiendo una ruta aún por determinar.
Mientras aquí, en Londres, en el vacío dejado por el vetusto edificio, sólo
pueden verse los esqueletos de aquellos dinosaurios que, quizás demasiado
pesados o acaso un tanto esquivos, decidieron no emprender el viaje, decidieron
no dejarse llevar.
(microrrelato escrito para
la propuesta de ENTC
del pasado mes de agosto, cuyo tema era: “insectos”)
Me alegra aunque sea un relato fantástico, en los museos los dinosaurios y elementos de épocas pasadas, los seres vivos a su hábitat.
ResponderEliminarSe nota que dominas las borrascas y los vientos, junto a todos los factores metereológicos. Me ha resultado gracioso.
ResponderEliminarUn abrazo.