Me sobresalté al oír
un golpe y algo así como un siseo en el salón. Tras unos instantes de
indecisión, con un cuchillo en la mano y más miedo que vergüenza, me dirigí
hacia la habitación contigua intentado no hacer ruido. Encontré, como me venía
ocurriendo desde hacía algunos días, un libro a un metro de distancia de la
librería en la que debía estar, abierto, con las páginas en blanco y muerto,
sin lugar a dudas; pero esta vez, mirando con atención, creí ver a algunos
personajes huir hacía los rodapiés acarreando párrafos enteros de texto.
No puedo confirmar quien está detrás de
estos incidentes, no tengo pruebas, pero algo me dice que las responsables son
mis musas, a las que he amenazado por no ser ni diosas ni inspiradoras, por
estar desde hace meses mudas.
Me temo que a las musas hay que tratarlas con muuucho cariño, y paciencia, si no, mira lo que pasa.
ResponderEliminarUn libro blanco, abierto, un libro muerto, qué imaginación Luisa.
Un abrazo
Luisa, un microrrelato muy original y que logra extraerte una sonrisa. Esa imagen del libro en blanco y muerto es excelente.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Abrazos.
Lo publico aquí pero... es de esos micros que dudas si tirar o no.
ResponderEliminarNo acaba de gustarme, esa es la verdad
Pues Pues a mí, la verdad, me parece ocurrente. Fresco y divertido.
ResponderEliminarSaludos, Luisa
Las musas no existen, son los padres. Relato divertido, a mi si me gusta, es original y fresco.
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