Se
conocieron en diciembre, entre cifras, facturas y recibos, cerrando un
intrincado ejercicio contable.
Desde el primer momento, a él le resultaron atractivas
las marquitas de color rojo que ella mecánicamente hacia junto a cada número;
en cuanto a ella, alguien dijo haberla oído comentar lo extremadamente ordenado
y preciso que era él.
Estaban hechos el uno para el otro
y, aunque el amor poco tiene que ver con los números, durante el tiempo que
duró su noviazgo ellos disfrutaron midiendo el valor de un beso o de una
caricia, poniendo orden en la contabilidad de sus te quieros, o acomodando el
deseo de estar juntos a cuadernos llenos de cifras.
Se casaron.
Durante el día llevaban las cuentas de las empresas
para las que trabajaban, pero por la noche se sumergían en las hojas de cálculo
en las que tomaban nota de su amor. Y cada fin de año, con las uvas, archivaban
juntos el papeleo del ejercicio anterior y rotulaban, con la misma ilusión de
un niño, cuadernos y ficheros informáticos con los cuatro números del año que
empezaba.
Hasta que llegó aquel diciembre, ése en el que él
tenía tanto trabajo. Fue entonces cuando ella encontró que algunas cuentas no
cuadraban, que él había hecho ingresos que ella no había recibido, que había
gastos de los que era imposible encontrar factura. Con los ojos llenos de
lágrimas, buscó en las anteriores contabilidades hasta dar con las pruebas que
justificaban su sospecha: él había sido muy hábil, hacía años que llevaba dos
contabilidades y ella, ella era poco más que otro activo, un activo cada día con
menor valor.
(Según define el Marco conceptual
del Plan General de Contabilidad español, los activos son los bienes, derechos
y otros recursos controlados económicamente por la empresa, resultantes de
sucesos pasados de los que se espera obtener beneficios o rendimientos
económicos en el futuro.)
Luisa, has estado muy habilidosa y original al comparar la contabilidad con el amor.
ResponderEliminarAntes del engaño, el microrrelato me estaba recordando a la historia de la Tregua de Mario Benedetti, donde allí también surge el amor entre contabilidades.
Me gustó tu puesta en práctica.
Abrazos.
Es un ejercicio raro en mi. No se nada de contabilidad, y menos aún aplicada al amor; pero el experimento había que hacerlo y ver que pasaba.
ResponderEliminarGracias, Nicolas.
Me gusta mucho el juego que has establecido Luisa, muy hábil, muy bien llevado.
ResponderEliminarAbrazos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAplaudo la idea de esta comparación que en sí misma es de una crudeza lapidaria pero que además desarrollaste con maestría (lo único lamentable es que estas cosas también pasan en la vida)
ResponderEliminarDe ahora en más me confieso una fiel seguidora.
Saludos
Demoledor y con una construcción muy compleja que no emborrona nada la comprensión. Mi admiración.
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