Nos apuntamos a aquella terapia de
grupo por él, sólo por él, para que hiciese amigos y saliese de la tumba; pero
ahora que está fuera, que hemos empezado a hablar de lo que pasó, ha empezado a
dolernos.
Mi marido dice que esto acabará por
hacernos bien aunque ahora no lo parezca, pero yo sigo pensando que hubiese
sido mejor permanecer en silencio y hacer como que no hubiese existido nunca,
que volveremos a pagar con lágrimas el pretender ser buenos padres de un chico
con un desarrollado gusto por el sadismo y la violencia.
Y sé que estoy en lo cierto porque,
ayer mismo, por la noche, creí ver en los ojos de sus nuevos compañeros el
mismo miedo que yo tenía en los míos.
Uff, terrorífico y demoledor.
ResponderEliminarA los fantasmas mejor dejarlos... Es buenísimo tu micro, aunque has conseguido ponerme la carne de gallina.
ResponderEliminarBesicos muchos.