Cuando nos conocimos nos dimos la
mano pero te negué los besos, porque tu cara estaba sencillamente repugnante y
porque, aunque ya no me sirviese de mucho, quería mantener dentro de la cabeza
mi cerebro, como había estado siempre. Recuerdo que te hizo gracia mi rechazo;
me dijiste que era un cobarde pero ahora, que tengo un poco más de experiencia,
pienso que tú tampoco te reíste tanto como hubieses querido, que tenías miedo
de que la mandíbula se te cayese.
Ha pasado algún tiempo desde
entonces, te he pedido con insistencia que me devuelvas mi mano, pero estoy
empezando a asumir que no lo harás; y es que, en comparación con la que tú me
entregaste, la mía tenía todos los dedos y aún se movía aceptablemente bien,
casi como si yo aún viviese.
Luisa, un juego de muertos muy bien hilado. Y es que cuidado con lo que se intercambia, que luego recuperarlo es complicado.
ResponderEliminarAbrazos.
Original planteamiento y divertido relato.
ResponderEliminarSin entendertte te admiro
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