Entró en casa, oyó ruidos en el
dormitorio y empezó a pensar que sus sospechas eran ciertas. Ya en la puerta de
la habitación, descubrió al marido de su mejor amiga, la misma que yacía en la
cama desnuda e inerte junto al que era su marido también muerto y con un tiro
en la cabeza. Se quedó mirándolo en silencio, admirando el cuidado con el que
ya estaba limpiando huellas; intercambiaron una mirada de complicidad,
repasaron juntos la escena, se despidieron, le dio las gracias junto a la
puerta del ascensor y, hasta que no hubo salido del inmueble, ella no volvió a
la casa para llamar, entre lágrimas y sollozos entrecortados, perfectamente
histérica, a la policía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario