26 de septiembre de 2014

Subirse al carro

Entró en casa, oyó ruidos en el dormitorio y empezó a pensar que sus sospechas eran ciertas. Ya en la puerta de la habitación, descubrió al marido de su mejor amiga, la misma que yacía en la cama desnuda e inerte junto al que era su marido también muerto y con un tiro en la cabeza. Se quedó mirándolo en silencio, admirando el cuidado con el que ya estaba limpiando huellas; intercambiaron una mirada de complicidad, repasaron juntos la escena, se despidieron, le dio las gracias junto a la puerta del ascensor y, hasta que no hubo salido del inmueble, ella no volvió a la casa para llamar, entre lágrimas y sollozos entrecortados, perfectamente histérica, a la policía.

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