¿La respuesta de mi marido? Ninguna.
Durante semanas le pedí que hablásemos, que me dijese qué problema había, que no olvidase que le quería; pero su silencio acabó por crisparme los nervios. Admito que comencé a elevar el tono de voz, a gritarle incluso, mientras impotente veía como él seguía sin abrir la boca.
Hoy al fin despegó los labios, salió de ellos como un gemido y esperé hasta que vi la sangre extendiéndose por su camisa. ¿Cómo podía yo imaginar que un día se me escaparía un disparo? Idiota, si hubiese hablado…, toda la culpa es suya.
Un relato negro que tiene mucha fuerza. Y ese echarle a él la culpa, a pesar del disparo, es un mazazo que revuelve al lector. Un abrazo.
ResponderEliminarHas tardado en colgarlo aquí. Es agradable volver a encontrarlo, aunque sea un poco duro.
ResponderEliminarTardé, porque en el concurso de Bubok no acabó de gustar y eso me echó un poco para atrás.
ResponderEliminarPues a mi me gusta mucho
ResponderEliminarEl hilo de sangre y el disparo tienen fuerza y el echarle la culpa... muy bien
Abrazos
Ja, ja, ja, que bueno.
ResponderEliminarSiento decir que no es verídico, eso hubiera pasado si el entra al trapo. Que no se me enfaden las señoras.
Besos, Luisa.