Desesperada como estaba, aquel libro de
setas en la casa del abuelo podía su salvación.
Se documentó en profundidad, preguntó a
los viejos del lugar y una mañana salió: mientras fuese posible, ahorrarían
dinero comiéndolas.
Aquel mismo día, ella dijo que no le
gustaban pero afirmó que seguiría buscándolas para él.
Después, en realidad, no tuvo que esperar
demasiado; justo como el viejo libro no decía pero ella había averiguado, los
deliciosos Paxillus involutus
empezaron a actuar dando lugar a un complicado cuadro clínico que
lamentablemente el novato medico del lugar no pudo solucionar.
(microrrelato presentado al
Concurso de Micomicrorrelatos San Jorge, la seta de la que hablo estuvo
catalogada como comestible durante mucho tiempo; sin embargo, hoy se sabe que
es mortal)
Las plantas siempre dan mucho juego y son muy socorridas para curar y para matar. Menos mal que ya sabemos que son venenosas. Un beso de domingo.
ResponderEliminarMenos mal que no me gustan los hongos ...yo sabía que existía motivo de desconfianza, jajaja.
ResponderEliminarA él le gustaban, pobre.
En la esperanza de que ella no ande cerca te dejo un abrazo, Luisa
Luisa, desconocía ese apunte tan devastador que dejas al pie del relato. Con él, el micro coge otro rumbo, más cercano aún al terror.
ResponderEliminarMe gustó este Palo.
Besos.
Lo cierto es que... no sé nada de setas y tambien, que no me gusta este relato.
ResponderEliminarDe modo que, más que nunca y esperando que no me lo tengáis muy en cuenta,gracias por los comentarios
¡Cuidadín con las setas!
ResponderEliminarBesitos
Jope Luisa,
ResponderEliminaropino como Nicolás, si no hubieras hecho la anotación... vaya, pero después de leerla tiene un toque "gótico" que da repelús ;-)
Besitos
Se pegaron un atracón de muerte.
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