Fiel a su destino, el príncipe azul emprendió viaje en cuanto llegó a sus oídos que la Bella Durmiente había caído bajo un encantamiento del que quizá sólo él podría salvarla.
Algún tiempo después, cansado pero feliz, el príncipe llegaba a los pies de la urna de cristal en que reposaba su amada y posaba los labios en los de ella, extrañamente fríos y suaves, para que se obrase la magia.
No tuvo que esperar demasiado. La Bella Durmiente abrió los ojos, lo miró y…, sin haber articulado palabra, volvió a desmayarse.
Es fácil de comprender, ¿no? ¿Quién puede despertarse de un letargo de meses, descubrir ante sí a un hombre azul y permanecer inmutable?
Muy bueno.
ResponderEliminarMe encantan los relatos basados en cuentos con otro final.
Besos
...Si hubiera sido verde, que la esperanza es lo último que se pierde...
ResponderEliminarQue la Bella Durmiente siga durmiendo es un lógico final. ¡A cada cual lo suyo!
Un abrazo.
Qué bueno Luisa, siempre sorprendes en esa vuelta de tuerca a los cuentos clásicos. Se te dan de miedo. Un beso.
ResponderEliminarJa,ja,ja,...Es buenísimo yo también me desmayaría, menudo susto.
ResponderEliminarHe mandado uno a tu propuesta de Puzzle, me parece una idea magnifica.
besicos, amiga.
Bueno, pero él acabó el trabajo, que era lo que quería.
ResponderEliminarJajaja, pero qué más quería, ¡era un príncipe azul!
ResponderEliminarMuy divertido.
Besitos
Es que hoy en día los príncipes están bastante devaluados. Mucho más si son azules ;-)
ResponderEliminarUn beso, Luisa.
Me ha gustado mucho Luisa. No esperaba realmente que fuera tan azul.
ResponderEliminarMuchos besos
Jajaj, qué bueno. Imagínate un tío azul a tu lado... vamos, ni por muy principe que sea, donde se ponga el color rosa carne...
ResponderEliminarUn abrazo, Luisa.