Rodeado de los rostros alegres de su equipo, de sus
felicitaciones, de sus abrazos, flotando en una nube aún, aturdido y cansado,
el piloto se encontró subido al podio frente a una multitud de gente
vociferante.
Alguien pronunció su nombre, los gritos aumentaron y,
justo cuando alzó los brazos con el signo de la victoria dibujado en los dedos,
fue consciente de que había allí una cara que faltaba, la de aquella persona
cuya ausencia sólo podía ser un silencio clamoroso diciéndole que, una vez más,
a su vida, había llegado tarde.
(microrrelato
publicado en el nº 31 de
Pseudònims, en esta ocasión la palabra clave era “motor”)
Luisa, que gran resolución final de este microrrelato. Es un contrapunto excelente a ese piloto ganador que triunfa en los circuitos y fracasa en la vida.
ResponderEliminarMuchos deportista podrían verse reflejados en esta historia.
Besos.
Me ha gustado mucho tu relato, ese contrapunto entre el esfuerzo por conseguir un objetivo, y al mismo tiempo, abandonar lo que realmente te hubiera hecho feliz.
ResponderEliminarUn abrazo desde mi mar,
La amargura de juntar las mieles con las hieles. Buen relato.
ResponderEliminarSaludos.
El clamor y el amor,a veces, no van juntos...
ResponderEliminarBesicos
parece ser que nada es perfecto,
ResponderEliminarsaludos
Tanto correr y a lo realmente importante es incapaz de llegar. ¡Enhorabuena por esa publicación!
ResponderEliminarBesitos
De qué sirve correr tanto si no eres capaz de llegar a tiempo a lo que realmente te interesa?
ResponderEliminarUn abrazo.
Es difícil tener equilibrada la balanza de la vida.
ResponderEliminarBesos