imagen de Nicoletta Ionescu |
Nunca podré olvidar aquel invierno en que se me heló
el corazón y envejecí veinte años.
Eran días de frío y nieve, de noches que empezaban a
las cinco de la tarde en las que los lobos se adentraban en el pueblo y de
mañanas en que hacíamos recuento de las pérdidas mientras nuestras retinas se
inundaban del color de la sangre, hasta que llegó el día sin luz en el que
descubrimos que los animales habían entrado en una de las casas y decidimos que
sólo podíamos internarnos en el bosque, acabar con ellos y poner nuestras vidas
a salvo.
Yo tenía veinticuatro años, el pelo negro y la sonrisa
grande y, cuando volví de aquella aventura con el pelo blanco, mis vecinos
aceptaron con respeto mi férreo silencio mientras uno a uno me daban las
gracias.
Sí, yo soy el héroe que les libró de aquellos lobos,
el que seguí su rastro en la nieve, el único que vio trasformarse las huellas
de pezuñas en pequeñas pisadas humanas, el que dio muerte a aquella joven de
cuyos ojos no puedo olvidarme.
(microrrelato
escrito para Esta noche te cuento,
mes de enero, tema: “tras su rastro por la nieve”)
Hola Luisa, aunque estoy menos activa en ENTC, no quiere decir que no os lea a muchos de vosotros en aquel lugar. De este me gustó especialmente cómo llegas a la mujer - lobo tras una narración de hechos muy bien conjuntada.
ResponderEliminarDecías allí que habías escrito palabras de "más" y yo no las aprecio, pero de cualquier forma sé que me gusta. :)
Un besazo.
Te comento allí, para hacer más bulto :-)
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